Intervención de Roly Peña en el Panel realizado como parte del espacio Dialogar, dialogar de la AHS en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, 22 de marzo de 2017
Lo primero es que estamos hablando de historia en los medios, pero me gustaría empezar diciendo que la primera palabra es historia, y analizar un poquito en qué situación veo yo la historia, o la vemos, a partir de investigaciones, con relación a cómo contamos la historia, qué está pasando con la historia en la escuela, en la calle, en la prensa, en los medios de comunicación, en todo.
Yo creo que la historia pasa por un momento de una gran crisis en su conocimiento y en cuanto a su gusto. Aquí hablamos de Dos Ríos, el enigma. Dos Ríos, el enigma, fueron las últimas 24 horas de Martí, y tuvimos como propuesta hacer un tema tan complicado, del cual se había especulado tanto, incluso de cómo murió, si fue culpa de Gómez, cómo fue la batalla, una serie de sucesos que no estaban claros, o estaban chismeados, o estaban opinados, pero, como todos sabemos, para hablar de la historia, de un hecho histórico o un juicio, lo que se especula no es la verdad, la verdad es lo que se puede afirmar. Y ese fue el objetivo de Dos Ríos, el enigma, esas últimas 24 horas. Además, todo lo teníamos probado, o sea, los hechos, los gestos, las acciones, tanto de combates como de algunos de los movimientos de los personajes, y a partir de ahí –recuerdo– nosotros hicimos con el profesor Marchante, en la Fragua, un encuentro con estudiantes universitarios, y pusimos el documental.
El objetivo nuestro era ver si la forma, o el discurso que estábamos empleando, era factible para el nuevo lenguaje que se imponía en la televisión, conociendo que hoy no estamos en los años ’70, donde la única televisión que se veía era la cubana, o las películas soviéticas que nos daban, y hoy la gente tiene todo tipo de acceso a todo tipo de programación, sea por discos, sea por paquetes, sea por Internet; hay millones de maneras. Y el lenguaje de los jóvenes hoy es bastante democrático, pero también tiene un gusto bastante amplio. Queríamos probar eso.
Pero lo más triste es que lo probamos y nos dio resultado, o sea, el público aceptó la forma en que se lo contamos, agradeció incluso la forma en que lo contamos; pero allí nos enteramos incluso de que a nivel de la Universidad se le puso el cuño a un criterio que teníamos por investigación hecha incluso por el Ministerio de Educación y por otras agencias de investigación que nos daban que la historia estaba en crisis en cuanto al gusto del estudiantado o de la población. Y es que para un Vicepresidente de la FEU y nos comenta en ese momento, que estaban haciendo las investigaciones pre-congreso, y que había una demanda estudiantil de quitar la asignatura de Historia en la Universidad.
Ahora, la pregunta que nos surgió allí fue: ¿de quién es la culpa? Si esencialmente echamos culpa y no descubrimos de quién es la culpa, la conclusión es que la culpa es de todos nosotros, ¡de todos nosotros!
Cuando digo de todos nosotros me refiero a los profesores, a los comunicadores, a los que contamos la historia, a los periodistas, porque todo está en que la historia tuvo un ente politizado delante de la propia historia, esto lo dio la investigación. Incluso, hemos visto discursos de políticos, de sociólogos, de oportunistas, donde dicen hasta frases que han sido utilizadas o dichas por algún personaje histórico y no saben de dónde salió la frase, o no se ha explicado el porqué de la frase, y le hemos cogido miedo a explicar nuestra historia.
Estas fueron las conclusiones a las que llegamos, y a partir de ahí entonces se decidió hacer Duaba.
Llama la atención, como decía Paquita, que los personajes de nosotros son tres D, o sea son seres humanos, los bajamos del pedestal; pero es que en principio no podemos enamorar el conocimiento de algo sino vemos todas las partes de ese algo. Y uno de los problemas que descubrimos en la historia nuestra es que no olvidemos que estábamos arrastrando la forma de contar la historia de los años ’70, en que, repito, teníamos un mundo bastante cerrado, un mundo donde había una sola forma de ver las cosas y quizás una sola forma de contar las cosas; pero hoy no es así, hoy todo tiene un cubo, con varias caras, y es importante entonces, a partir de ahí, contar la historia.
Esto provocó que quisiéramos crear la Productora de Audiovisuales Históricos, Patria, con el objetivo de tener una política bien definida de qué hacer con la historia y aunar esfuerzos de todos, tanto de periodistas, como de artistas, como de comunicadores, como de profesores, en qué íbamos a hacer con la historia, y científicamente determinar cómo debemos contar la historia, porque todo es un discurso: la prensa es un discurso, un libro es un discurso, la televisión es un discurso, el audiovisual es un discurso, un político es un discurso. Lo que pasa es que podemos notar que no nos damos cuenta de cómo contar la historia de Cuba, cada uno la cuenta a su manera y, sobre todo, hay mucho miedo a contar la historia verdadera.
Y todos queremos a nuestras madres, y si estudiamos bien a la madre de cada uno, dos madres son conclusivamente malas, cuatro son buenas, pero a cada hijo usted siempre no le va a decir que su madre es mala, eso no niega que su hijo conozca los problemas de su madre. Todo está en qué dimensión ponga la lupa con relación a los problemas de su madre. Y eso pasa con la historia: las dificultades, los problemas, los conflictos, todo lo que pasa en nuestra historia está ahí, todo hay que contarlo. Ahora bien: a partir de la política que tengamos, ¿qué queremos amplificar, los problemas o las virtudes? Ya eso es una manera de contar la historia. Y por eso es que se crea la Productora de Audiovisuales Históricos, con el objetivo de aunar esfuerzos, aunar criterios, y poder dar una ayuda al tema de la historia en nuestro país, que vuelvo al principio: como me dicen, está en crisis, está en una gran crisis el tema de la historia, del conocimiento de la historia en nuestro país.
Y yo fui un alumno que odié la historia, pero tuve un abuelo que contaba muy bien la historia, porque mis profesoras eran muy malas en Historia, y la Historia se me convirtió en fechas y nombres. Y hay una filosofía india que dice: “No importa el autor, sino qué dijo el libro”, y un poco que yo apoyo esa tesis. Y la historia se nos convirtió de momento en fechas, en números y en nombres; sin embargo, yo no tenía una transmisión de valores o de sucesos que me pudieran dar con claridad qué estaba pasando en la historia. Y muchas veces era hasta una forma bastante fraudulenta de dar historia, me tocó así la educación cuando fui alumno, no fui agraciado, ni amé la historia, pero familiarmente se me hizo beber la historia.
Incluso, conflictos tuve cuando, en la Escuela de Arte, sobre un hecho, planteé como lo decía mi abuelo, escrito en los libros, y me suspendieron. Esto les demuestra a ustedes por dónde se contaba la historia. Y si hoy todavía no hemos pensado eso, creo que nos estamos haciendo daño, porque hay un aspecto de cuidado porque puede sonar como a muela política, y no creo que sea la mejor forma de dialogar; pero no es menos cierto que todo aquel que quiera colonizar, lo primero que hace es calcinar, hacer metástasis en la base cultural de otro grupo social, o de otro país, o de quien sea, así sea individualmente. Y yo creo que se ha logrado muy bien por parte de aquellos que han querido colonizar a Cuba, o la han querido doblegar, y utilizo la palabra en el mejor sentido, y es que todavía hoy nosotros vemos a Martí como ginebrita, a Gómez como un “trocao”, Maceo como un machetero, José Maceo casi como un reguetonero, y de todo se dice en chiste, pero la verdadera idea está en poner así a la gente que nosotros podemos mirar con admiración dentro de esa historia. Y esto es grave. Porque si tenemos ese enemigo que constantemente está dando ahí y nosotros además no sabemos qué vamos a hacer con nuestra historia, vamos a ser un pueblo muy triste. Y me alegro de decir esto en esta Facultad, en esta Facultad donde, además, tengo la queja, pero no el dolor –tengo que decirlo así– de que después de hacer Duaba, fue en esta Facultad donde decidimos, por un problema de comprobar criterios y ver qué estaba pasando, poner Duaba, su primer capítulo, y recuerdo que vinimos con Eduardo Vázquez y Torres Cuevas, y en esta Facultad vinieron ocho alumnos de Sociología, aquella mañana. Y lo hicimos con ellos, porque nos interesaba mucho el criterio de este público, como público y como especialistas en el tema que estábamos tratando, o gente que son historiadores, porque ninguno de nosotros somos historiadores como lo es Torres Cuevas; somos amantes de la Historia. Y esto nos sucedió, y creo que esto nos reafirmó cuán separados estamos, de cuántos intereses mezquinos estamos llenos. Y entonces realmente, repito, la Productora Patria no tiene más que un objetivo martiano, que es unir criterios, unir intereses, poner un eje y poder hacer algo por la historia nuestra.