“LA CONTRARREVOLUCIÓN NECESITA HÉROES, LOS NECESITA DESESPERADAMENTE, NO SABEN DE DÓNDE LOS VAN A SACAR”

 

Intervención de Javier Gómez Sánchez en el Panel realizado como parte del espacio Dialogar, dialogar  de la AHS en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, 22 de marzo de 2017

Bueno, cuando nos contactaron para que estuviéramos aquí, uno más o menos se va construyendo en la mente de qué va a hablar. Entonces yo dije: Bueno, la Universidad de La Habana, seguro me encuentro un montón de profesores calvos, de unos cincuenta años para arriba, y me olvidé que la Universidad está llena de gente joven; me alegro mucho de que la edad promedio aquí sea de unos 21 años más o menos, 22 o 23. Entonces hay que adecuar un poco el discurso al público que lo recibe.

Cuando nosotros comenzamos a elaborar la preparación de La otra guerra, nos empezamos a encontrar varios factores, y el primero era el ¨factor nostalgia¨. Y el factor nostalgia está muy ligado a adecuar el discurso al público al que se está dirigiendo y en el momento de la historia en que se está dirigiendo. No es lo mismo la nostalgia que se tiene por estas series de los años ’70, como En silencio ha tenido que ser, La frontera del deber, Julito el Pescador y el éxito que tuvieron. Muchas veces se le reprocha a la televisión cubana de no ser capaz de hacer esos mismos seriales, o sea seriales ¨como esos¨. Esos seriales no se van a volver a hacer, no hay manera de hacer dos veces eso, sencillamente porque el público no es el mismo.

Ya no solamente la manera de hacer televisión no es la misma, sino que el público, su realidad política, su realidad social, sus intereses, su conformación y su relación con la historia y con la política que forma esa historia no es igual en la Cuba del 2017 que respecto a la Cuba del 2004, mucho menos la de los años ’80, y muchísimo menos respecto a la Cuba de 1978 o 1977, que fue cuando se hizo eso. O sea, es una cantidad de cosas diversas, que influyen en la formación de un público, década tras década, que hacen que ese público reciba un contenido de determinada manera.

Pretender hacer un producto audiovisual con los códigos de éxito que dieron esa audiencia agradecida de los años ’70 hoy día es apostar al fracaso, absolutamente.

Hoy día tenemos una población que no solamente tiene una cantidad de acceso a un contenido audiovisual, que no son los dos canales que teníamos hasta hace diez o doce años atrás; hoy día en la televisión, cuando tú ves un producto audiovisual y ese producto tiene éxito, los que lo realizamos tenemos la satisfacción de saber que es porque le gustó de verdad a la gente, no porque la gente no tenía nada más que ver.

Ya no estamos viviendo en la Cuba del dos mil y piquito, donde el 10 por ciento de la población tenía DVD y el resto no tenía otra cosa. Cuando la gente se sienta ante el televisor para entretenerse en las noches de hoy, tiene cinco o seis canales estándar, uno o dos HD, mucha gente tiene la cajita a la que le ponen un USB, tienen la computadora, tienen esto y tienen lo otro. Entonces, si escogen en vez de ver un juego de fútbol o de equis cosa, escogen ver lo que nosotros les estamos dando, es porque de verdad logramos engancharlos, porque la gente ya tiene muchas opciones.

Creo que lo mejor que ha pasado es que hoy esas opciones existan, porque liberar, libera.

El hecho de que vivamos con una televisión de ese tipo, de esas características ahora, nos ha ayudado mucho a los realizadores a saber que estamos dando, o acertadamente o desacertadamente.

Ese fue el segundo factor.

El tercer factor es la saturación. Había una parte del público a la que no le interesaban estos temas, y no les interesaba no solamente porque no le habían llegado a lo mejor de una manera que lograra engancharlos en una serie grande, sino porque estaban saturados a través pequeñas ¨microsaturaciones¨ a lo largo de años, de ver contenidos mal contados, o contados de una manera metódica, etcétera, y entonces su acercamiento a la historia era a través de eso. Y entonces cuando les decíamos: “Esta es una serie histórica”, te decían: “Ah, pero yo no estoy para eso, a mí no me interesa; más de lo mismo, es que en este país todo es lo mismo.” Entonces uno tiene que ir captando esos mensajes.

Esas preguntas no se las hacíamos, por supuesto, a gentes que son profesores de la Universidad, a personas que son estudiantes de la Universidad; se las hacíamos a nuestros mismos choferes, a nuestros camioneros, que son de la gente humilde del pueblo, que se sienta ante la TV a entretenerse. Porque la gente común y corriente, más de pueblo, no se sienta frente al televisor más que para pasar un buen rato.

Entonces ahí nos planteamos: bueno, ¿cómo llegamos a la Historia? Llegamos a la Historia a través de lo que a nosotros nos interesa, que es la Historia con mayúscula, que nos gustaría a todos los que estamos aquí que fuera así, o llegamos a la Historia a través de historia con minúscula. Si no sabemos contar historias con minúscula, nunca vamos a poder contar la Historia con mayúscula de una manera que a la gente le guste, de la misma forma que un profesor de Historia que no sabe contar un cuento, no les va a poder transmitir a sus estudiantes la Historia de una manera que les llegue.

Entonces la premisa principal que tuvimos en La otra guerra fue el entretenimiento. Es una obra estrictamente para entretener, dentro de un marco histórico. Ese es el caramelo para que la gente se siente a verlo.

Nos pasó una cosa, que mucha gente nos repetía: “¿Pero otra vez ese tema?” El tema de la guerra del Escambray y la Lucha Contra Bandidos. Nosotros sacábamos una cuenta, y decíamos: ¿Cómo es que el público, la gente, nos puede decir que ¨otra vez ese tema¨? Si Paquita misma nos decía que apenas se ha tocado, o se ha tocado muy poco.

Entonces empezamos a analizar, y es que como periódicamente las pocas producciones que se han hecho, primero, tuvieron un efecto, indudablemente son obras del arte cinematográfico cubano, como El hombre de Maisinicú, y El brigadista, al haberse repetido en retransmisión, siempre que es el Día del Maestro se pone El brigadista, a cada rato se pone El hombre de Maisinicú, más o menos una o dos veces al año, el público se crea como una referencia artificial de que ese tema todo el tiempo se está hablando de él, y lo que se están poniendo son las mismas dos películas todo el tiempo. Ni siquiera se ha retransmitido la serie más completa que se hizo sobre este tema de la lucha contra bandidos, que se llama La clave está en el Escambray, que nosotros la utilizamos en la investigación; son diez capítulos, es una serie documental, donde todavía estaban vivos, en el año 1988, muchos bandidos, gente de cada uno de los dos lados; incluso, se logró entrevistar a muchos jefes de bandas que estaban vivos todavía, estaban llevando una vida normal; fueron personas que no cometieron crímenes en algunos casos, y se reintegraron a la vida; después que cumplieron una condena, fueron reubicados en un lugar, que es algo importante que después quisiera señalar sobre eso, y se logró llegar a ellos y entrevistarlos.

En el caso de La otra guerra, que saben que está saliendo los sábados por Cubavisión, los sábados a las 8:30 p.m. –va por su segundo capítulo, son catorce en general (*) –, todavía falta mucho por desarrollar; pero La otra guerra, al tocar el tema del conflicto de la Lucha Contra Bandidos, que duró desde 1960 hasta 1965, está tocando uno de los elementos de mayor tergiversación histórica por parte de la contrarrevolución.

La contrarrevolución insiste en presentar lo que fue la Lucha Contra Bandidos como una ¨guerra civil¨. Técnicamente fue una guerra civil, porque no era un ejército extranjero, etcétera, etcétera, pero ellos están muy interesados en llevarlo a una dimensión muy superior de lo que realmente fue, y decir que era que el pueblo se alzó en contra del comunismo y fue la respuesta de las clases medias contra las expropiaciones, y de ver cómo la Revolución iba llevando cada vez más a Cuba hacia Moscú, etcétera. Ese es el discurso que acaba de hacer El Nuevo Herald, en Miami, tres días después de transmitirse el primer capítulo de la serie.

La contrarrevolución necesita héroes, los necesita desesperadamente, no saben de dónde los van a sacar, y ellos quieren presentar a estos personajes como si fueran héroes.

Pero les es muy difícil. La primera dificultad que tienen es que nunca han podido generar series como Duaba ni como otras; o sea, allá enfrente, en Miami, hay muchísimas cosas materiales, pero no han logrado nunca hacer series ni hacer nada. Andy García, cuando hizo Ciudad perdida, tuvo que arañar la tierra para encontrar un presupuesto, y estuvo no sé cuántos años para hacer su película, y era Andy García. Entonces, bueno, por lo menos yo creo que tenemos una gran ventaja, que es tener un país detrás, con muchos problemas, con muchas dificultades y que les faltan muchos mecanismos, pero ellos ni siquiera tienen eso.

Nosotros tenemos una cantidad de publicaciones. Ellos citaron el libro de Enrique Encinosa, Escambray, la guerra olvidada, ¿pero dónde está su bibliografía? O sea, la bibliografía de la contrarrevolución sobre este tema también es escasa, porque no saben de dónde la van a sacar.

En el proceso de elaboración también, no de los guiones, sino de cómo íbamos a llevar a la pantalla aquello, queríamos hacerlo de una manera objetiva. Dijimos: Bueno, tenemos que contar esto de una forma objetiva de la vida. Es cierto que en los bandidos había gente que no estaba interesada realmente en cometer crímenes; había una cantidad de dinámicas sociales dentro de las bandas, en las cuales se intentaba comprometer a las personas, porque fueron grupos guerrilleros que perdieron una perspectiva militar y bélica de sus objetivos cuando se empezaron a ver ahí perdidos, abandonados por los norteamericanos, que primero tenían un plan de ellos como apoyo a Playa Girón y aquello no funcionó, después se iba a hacer una invasión a mayor escala por el propio ejército norteamericano y ellos iban a actuar en la retaguardia, tampoco pasó; o que ellos iban a hacer la guerra de guerrillas con la misma fórmula que llevó a la Revolución al poder y la iban a derribar, tampoco pasó. Con el tiempo, una fuerza militar que pierde su perspectiva se convierte en una fuerza criminal. Eso es lo que les pasó. Porque se fueron convirtiendo en una fuerza guerrillera a la que lo único que le interesaba era sobrevivir; llegó el punto en que sus operaciones eran estrictamente romper los cercos de la milicia, nada más, y conseguir comida desesperadamente, al precio que fuera; si el campesino no se la daba, lo mataban. Entonces es lógico que presentar a estos individuos como héroes es algo que no puede ser, no hay de dónde sacarlo.

Y cuando estábamos sentados, siempre nos decía alguien: Bueno, pero tenemos que poner a los bandidos también que son humanos, que son esto y qué sé yo. Y ahí yo les digo: Bueno, bueno, espérate, porque vamos a terminar aquí con una Perestroika de que la historia no era así exactamente como era, y entonces el enemigo no es tan malo como parecía, y nosotros no somos tan buenos como parecemos, y entonces nadie es malo completamente y nadie es bueno, y ten cuidado porque podemos terminar aquí haciendo un cuento que le agrade a todo el mundo y tampoco es así.

Hubo también una serie de cosas que nosotros quisimos que estuvieran en la serie, que tenían una conexión tremenda con la contemporaneidad.

En la serie, está la juventud muy presente, muchos de los personajes son jóvenes, y son jóvenes que presentan toda la mentalidad que tienen los jóvenes en todas las épocas. Hay personajes que tienen conflictos con sus familias, con sus mayores, con sus padres, y esos conflictos los llevan igualmente a entrar en conflicto e inconformidad con lo que sus padres se identifican. En este caso, bueno, si sus padres son milicianos, si sus padres son revolucionarios, si su padre es un tipo que está trabajando en la cooperativa, el chiquito llega a detestar no solamente a su padre, a entrar en conflicto con su padre, sino con todo lo demás. Y una serie de personajes mayores entienden eso, y tratan de influenciar a estos personajes más jóvenes.

Entonces esta juventud, que puede ser influenciable, cada vez la vemos en la contemporaneidad, ¿no?, Hay un sector en la población que está en pugna, está en pugna de parte de las fuerzas revolucionarias, que están representadas por las organizaciones de masas, y está en pugna por una fuerza que ha sido creada, sobre todo a partir de la política de Obama –Elier, yo sé que tú conoces mucho más de eso– para enamorarlos con una idea de la socialdemocracia.

De otra forma, veíamos factores en aquel conflicto en los años ’60 que los vemos hoy perfectamente: De la misma forma que se intentó atemorizar a la gente y crear una campaña con que se les iba a quitar la Patria potestad a los padres, y mucha gente se lo creyó, mucha gente detrás de las cámaras, cuando estábamos filmando, estaba aterrorizada con lo de Venezuela, ahora en el 2017 porque supuestamente íbamos a volver al Período Especial. Había gente que decía: ¨Yo no puedo volver a no tener champú como en el Período Especial¨.

Y yo le decía: “¿Pero tú estás loca? ¿Tú te crees que no vamos a tener champú porque Venezuela nos da petróleo y la va a recortar? Tienes que pensar, ¿no?¨ Entonces esa misma falta de lógica y de pensamiento crítico que tenía la gente que se creía que les iban a quitar los hijos y los iban a mandar a Rusia, la tiene hoy la gente que piensa que van a volver los apagones de 12 horas, y por muchas explicaciones que se les den no entienden.

Entonces uno se da cuenta de que la época de cada conflicto cambia, pero la psicología de los conflictos, no.

(*) En la edición final fueron 15 capítulos de 45 minutos.

 

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