LA NOTICIA por Rodolfo Romero Reyes

— ¿Tú me estás llamando porque estabas viendo la televisión?

— No, ¿qué pasó?— le dije preocupado.

— Yo no lo vi, pero me llamaron. Salió Raúl. Dice que murió Fidel. ¿Puedes confirmarlo?

Con el teléfono en una mano, encendí el televisor. Nada. Tomé el celular y marqué a la misma persona que tres años atrás me llamó para informarme la muerte de Chávez.

— ¿Estás en el periódico? ¿Es cierto?

— Raúl salió en la televisión. Aquí me dijeron que sí, que es verdad—, estaba llorando.

— Pero, ¿tú lo escuchaste? ¿Lo oíste de boca de Raúl?

— Yo no lo vi, Rodo… Pero es verdad.

Colgué. Confirmé la triste noticia a la persona que tenía al teléfono. Entonces empezó a sonar el celular, mi hermano, amigos, amigas… Todos pedían confirmación, la mayoría estaban en la calle. Cuba entera dormía. Entonces, Raúl otra vez en el televisor. Lo escuché. Era verdad. Lloré por apenas 50 segundos. El teléfono seguía sonando. No tuve tiempo para más intimidad. Debí hacer una pausa en las llamadas. Mi mamá aún dormía. Y yo, periodista, tenía la difícil tarea de darle a ella también la noticia.

Hace poco le decía a una amiga: «Hace tres años cuando me propusiste irme a estudiar el Doctorado a otro país, te dije cuatro razones fuertes para no hacerlo. Hoy me queda solo una, y tú quizás pienses que es una bobería, que es la menor de las razones: no quisiera, bajo ningún concepto, que se muera el Comandante y yo no estuviese en Cuba».

Otra vez pensé, en voz alta: «Si Fidel se va a morir, ojalá sea después que mi abuela. Porque si no, se van a morir los dos juntos. Mi abuela no aguantará la noticia. En Cuba yo no conozco a nadie más fidelista que ella. Imagínate que en Cuba para que los niños aplaudan se les dice: «La palmita de manteca». Y mi abuela me decía: Fidel, Fidel, Fidel… Con ella yo y mi hermano, y por supuesto, mis tíos, mi mamá, nos hicimos revolucionarios». Mami falleció el 17 de octubre de 2013.

Quizás en tercero o cuarto año en la universidad, hablamos de la muerte de Fidel. ¿Qué hacer cuando nos enterásemos? Opciones: llamar al trabajo a esperar orientaciones, encender el televisor, salir a la calle para que nadie se vaya a hacer el gracioso de gritar algo en contra de la Revolución, ir para la escalinata universitaria. Esa fue la que nos pareció más prudente. Allí la gente se agruparía de forma espontánea, dijimos, allí siempre se respirará revolución, esa es una plaza de lucha que nadie podrá quitarnos.

Y así fue.

Amanece. Es 26 de noviembre de 2016. Voy para la Universidad buscando consuelo revolucionario. Me alegra ver unos 100 jóvenes vestidos de negro. Así no me siento solo. Aparece mi hermano entre una multitud de muchachos y muchachas del ISRI. Abrazo a Lisandra, que aparece con colegas del Sistema Informativo. Su abrazo es lloroso, intenso, sentimental. Después llega otra amiga de luchas, Laura, desconsolada. Llegan más, en pocos minutos somos unos quinientos. Llueven las consignas: ¡Fidel es la bandera! ¡Fidel es Cuba entera! ¡Yo soy Fidel! ¡Tu pueblo, unido, jamás será vencido!escalinata8-580x387

Fidel no ha muerto. Compartió con nosotros 90 años intensos en los que renunció a su vida personal por trabajar las 24 horas del día. Durante 50 años nos dirigió como mejor supo hacerlo. Y hoy, a 60 años de haber zarpado en el yate Granma, con la promesa de ser libres o mártires, se lanza al mar otra vez.

Allá, en algún lugar, lo espera José Martí, con una nueva misión. Debe ocupar nuevamente su puesto de Comandante en Jefe, al frente de sus mejores combatientes: el Che, Camilo, Celia, Almeida, su mejor discípulo, Hugo Chávez.escalinata6jpg-580x387

Desde la inmortalidad de la historia esa tropa debe seguir siendo ejemplo y guía de quienes en Cuba quedamos e insistimos, contra viento y marea, en defender el socialismo. Fidel vive, vivirá siempre, porque los cubanos y cubanas nunca lo dejaremos morir.

 

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