Es totalmente natural que las y los jóvenes, de cualquier parte del mundo, se interesen por su apariencia física y por cómo podrían resultar más atractivos en su grupo, en la escuela, en su barrio. También lo es que adultos no tan jóvenes, intenten lucir bien, agradar a sus semejantes.
Pero en revistas, redes sociales, pasarelas de modas, novelas, anuncios, vemos mayoritariamente a mujeres altas, delgadas, blancas, de pelo lacio y rubio y labios carnosos, salvo excepciones. Tienen senos atractivos y carecen de defectos. No tienen celulitis ni arrugas, mucho menos manchas en la piel, ni unas libritas de más. Siempre sonríen, caminan como flotando, para prometernos un mundo de pleno disfrute.
Pero ¿dónde están esas envidiables mujeres? En las pasarelas, en las redes, en Instagram y tienen muchos seguidores. No son mujeres reales.
Como todos sabemos, hay mujeres delgadas y gruesas, blancas, mulatas, negras, chinas, de pelo rizado o lacio, fino y grueso, y también hombres de todas las razas y colores, musculosos y flacos y también muy gruesos. Y puede haber belleza en cada uno, una belleza diferente, propia.
En su revista La Edad de Oro y en las cartas que escribió a María Mantilla, José Martí tocó el tema de una manera muy profunda. Explicó a sus destinatarios que la belleza hay que asociarla a la riqueza espiritual, a la virtud, a la generosidad, y no depende de los rasgos físicos ni de los ornamentos.
El estudio de la belleza en relación con los cuerpos no se restringe al plano de lo estético, su comprensión conduce al estudio antropológico, político, económico y cultural del contexto en el que se desarrollan.
Pero la publicidad consigue que muchas mujeres y hombres emprendan una lucha contra sí mismos para intentar “encajar” en el molde. El capitalismo crea estas falsas necesidades para después brindar las supuestas soluciones, las cuales van a enriquecer impúdicamente a las corporaciones.
Los concursos de belleza, las cirugías plásticas y los tratamientos de belleza tipo spa se entrelazan a los intereses económicos fomentados por la industria de la imagen que ha terminado por gobernar el mundo de la apariencia y el culto al cuerpo. Estas empresas se proponen extraer todo el dinero posible del afán de las personas por seguir esos modelos.
Y lo más doloroso de estas maniobras comerciales es que dejan en las personas un saldo de frustraciones, perjuicios a la salud y traumas de toda índole desde las más tempranas edades.
Estos modelos son también culpables del acoso o bullying en las escuelas y en las redes, contra niñas, niños y adolescentes gordos o considerados feos o “inferiores”, por pertenecer a determinado origen étnico.

La tragedia se hace más honda cuando la imagen que se promueve afecta a poblaciones y culturas enteras, al no tener nada en común con los patrones de belleza de esas regiones.
En estos casos, las víctimas de esta lluvia de mensajes llegan hasta a renegar de sus raíces para seguir los patrones del colonizador. Y es que tales patrones tienen un componente racista: pues la belleza más elevada proviene siempre del modelo europeo.
El ideal de belleza es un reflejo de cada cultura y ha variado con el paso del tiempo. Para observar esta evolución debemos acudir a las artes, la literatura, la pintura, la escultura, la danza, que han quedado como huellas sobre la evolución de estas concepciones en cada época, siempre vistos a través de la subjetividad y la inspiración del autor. Asimismo, hay que tener en cuenta las diferentes culturas, muchas ignoradas por la historia del arte contada desde Europa o contada con una visión colonial.
Naomi Wolf dijo en su libro El mito de la belleza: “la belleza era un sueño, un mito, una industria de manipulación y una construcción cultural; sus víctimas eran mujeres y su autor el patriarcado”. Para la escritora, más que hacer una definición de belleza, es necesario denunciar la existencia de un criterio único y universal de patrones y estereotipos promovidos a nivel global.
Pero Occidente siempre ha impuesto, desde su hegemonía cultural los patrones de belleza, y todo lo que se aparte de ello es considerado exótico, inferior, salvaje, zoológico. Es muy conocido el caso de la sudafricana de la etnia khoikhoi Sara Baartman, nacida en 1789, quien fue llevada a Europa para ser exhibida, casi completamente desnuda, junto a animales de circo. Llamada la “Venus Hotentote”, Sara presentaba una acumulación de grasa en los glúteos que en su tierra natal se consideraba como un rasgo atrayente. No obstante, el naturalista francés George Cuvier concluyó que aquella mujer representaba un eslabón entre los animales y los seres humanos. Sara se utilizó en su época para enfatizar el estereotipo racista de que los africanos eran una raza inferior.
El cuerpo humano de los individuos, por tanto, está sometido a un doble condicionamiento: de una parte, el impuesto por sus características físicas reales (estatura, peso, rasgos, edad) y, de otra, por los criterios estéticos del ideal vigente que pretende ser alcanzado. Entre estas presiones psicológicas y culturales se debaten con angustia las mujeres y hombres de hoy.

Fue en 1974 cuando por primera vez apareció en Vogue, posiblemente la revista de belleza más influyente del mundo, Beverly Johnson, una modelo de piel oscura. Aunque las mujeres negras sufrían las mismas presiones sociales que las blancas, carecían de referentes y de productos de belleza apropiados. En 1977, la cosmética dirigida a mujeres negras solamente representaba un 2,3% del total de ventas en Estados Unidos. La invisibilización de las minorías persistió.
Aun hoy, mujeres de ascendencia africana seleccionadas para representar la “belleza” tienden a ser más delgadas de lo normal en su etnia y a menudo son incluso “blanqueadas”. Las normas de belleza (tamaño de los ojos, forma de la nariz o de la cara, etc) tienen un claro signo eurocéntrico, con ideales fuertemente racializados.
La propia Beverly Johnson ha denunciado más de una vez que la cultura negra contribuye enormemente a la industria de la moda, pero que los negros no son compensados por ello. Las marcas no retienen ni promueven a los muchos profesionales negros talentosos que tienen. Las marcas no invierten significativamente en diseñadores negros. La industria de la moda piratea la negritud con fines de lucro, al tiempo que excluye a los negros y les impide vivir de su talento.
Según la modelo, hay que “continuar luchando contra el racismo y la exclusión que han sido una parte fea del negocio de la belleza durante demasiado tiempo”.
Es de señalar que hoy, aun con la inclusión de modelos más diversos, sigue siendo práctica común querer acercarse al patrón eurocéntrico. Y es que la inclusión de estos modelos de “diversidad” constituye solo un cambio formal, pragmático, para ganar consumidores; pero, al no responder a una transformación cultural profunda a nivel de toda la sociedad en la que perviven el racismo y la discriminación, la esencia colonial y racista del sistema permanece intacta, y la vida sigue siendo mucho menos difícil para las personas con una apariencia más cercana a la europea.

Existen varios métodos de blanqueamiento: teñirse el pelo de rubio, quitar los rizos, usar lentes de contacto para lucir ojos claros, utilizar bases de maquillajes más claras o incluso productos para blanquearse la piel, muy comunes en África y Asia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuatro de cada 10 mujeres en África usan productos para blanquear la piel. En Asia, 61% de las mujeres indias y 40% de las mujeres chinas los usan. Los peligros asociados con el uso de algunas de estas cremas incluyen cánceres de la sangre como leucemia y del hígado y los riñones, así como la híper pigmentación de la piel. Hay un amplio mercado informal de este tipo de producto, por lo que el peligro es aún mayor.

Por otra parte, las corporaciones, buscando extender sus mercados y lograr más consumidores, han ido ampliando el canon.
En América Latina, por ejemplo, hoy es hegemónico el modelo de la “belleza latina”, con curvas más pronunciadas, algo que ha beneficiado obviamente al negocio de los implantes de glúteos y senos. El estereotipo de la mujer sensual del traficante de drogas, muy extendido a través de las narconovelas, tiene una fuerte presencia en la región y ha encontrado respuesta en la industria de la moda.
Los estereotipos comerciales intentan definir también la belleza de los hombres. En ellos es usual la práctica de deportes para tratar de conseguir un físico ideal y musculoso, en concordancia con los moldes definidos, así como tratamientos para la piel y el rostro.

Pero los estándares de belleza siguen siendo más exigentes para mujeres debido a que son establecidos por sociedades patriarcales: La misma búsqueda de la belleza como atributo imprescindible para desarrollarse en sociedad y ser feliz, es una presión que refuerza el patrón de dominación.
Esta especie de “dictadura o tiranía de la belleza” provoca una gran ansiedad, insatisfacción, baja auto estima, trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia y conduce a muchas mujeres a someterse a operaciones sucesivas, muchas veces en clínicas clandestinas sin las menores condiciones, para remodelar su cuerpo o rostro.
Esto se hace más preocupante en las adolescentes, sobre todo con el gran consumo de las redes sociales en las que se sobrevalora la imagen exterior y esta se manipula constantemente con herramientas informáticas para dar una apariencia conforme a los modelos vigentes.
El negocio de la cirugía estética mueve miles de millones de dólares en todo el mundo. Operaciones de nariz, boca, del rostro en general, liposucciones y aumento de glúteos, mamas y otras son las más solicitadas. Adolescentes de apenas 15 años acuden a tratar de mejorar sus cuerpos y rostros.

Estas cirugías también generan ganancias millonarias para la industria farmacéutica, con un crecimiento continuo.
Entre las causas principales del incremento de la demanda, está , como vimos, el uso de las redes sociales, el bullying, la cultura del selfie, el narcisismo de la sociedad contemporánea, junto a la popularidad de figuras como Kim Kardashian y otras celebridades de imágenes construidas.
La industria de los cosméticos genera cifras semejantes. Múltiples marcas están unidas en grandes corporaciones (L’Oreal, Unilever, Estée Lauder, Procter & Gamble, Coty, Shiseido y Johnson & Johnson) que producen más del 80% de los ingresos y ni en las peores crisis ha dejado de crecer.
La mayor parte de estas empresas usan componentes tóxicos o no probados, con total impunidad.
Las celebridades de esta década, tienen un denominador común: el número de seguidores acumulado en redes sociales.
Una modelo de tallas grandes, la trans afroamericana Aaron Philip o el caso de Winnie Harlow, que sufre vitiligo, intentan representar una belleza más inclusiva y variada. Sin embargo, la delgadez extrema continúa acaparando tanto las pasarelas como la mayoría de las portadas.

Recientemente, ha surgido una nueva tendencia en las redes sociales llamada «positividad corporal” que tiene como objetivo desafiar los ideales de belleza estrechos y fomentar la aceptación y la apreciación de los cuerpos de todas las formas, tamaños y apariencias.
A estas tendencias la industria responde encontrando en cada singularidad un nicho por explotar.
Hace unos años, los modelos estéticos cambiaban mucho más lentamente. Ahora parecen ser mucho más volátiles. No sabemos entonces qué patrones nos depara el futuro próximo, teniendo en cuenta que estos nacen de los estudios de mercado, del análisis de nuestros datos personales y de las tendencias de las promiscuas y manipuladas redes sociales.
Elementos como estos y las apetencias empresariales son los que darán forma a los deseos y angustias de una gran parte de la humanidad.
Obligar a mujeres y hombres a centrar su atención cada vez más en su aspecto físico llegando hasta a la obsesión, es ganancia neta para el capitalismo. Consumidores ansiosos y ciudadanos ajenos a cuestionamientos de otra índole son el ideal para el sistema.
Para estas mujeres preocupadas por su delgadez, su cabello, la moda, o absortas en las fotos de Instagram, la igualdad de derechos o su subordinación dentro de la sociedad no tienen la menor prioridad. Qué decir del desigual reparto de la riqueza. Simplemente ansiarán ser de las privilegiadas.
La industria capitalista, busca día a día la manera de ganar nuevos clientes para productos de belleza, y nada la detendrá.
Miles de millones de personas en pelea a muerte contra sí mismos, contra sus cuerpos, son su mayor logro. Son clientes siempre insatisfechos dispuestos a consumir.
Debemos entonces hacer un alto y ser conscientes de los contenidos a los que nos acercamos. Un análisis sobre a quién seguimos y los mensajes que estos promueven, pueden ayudarnos a sentirnos mejor. Si solo te detienes ante fotos y perfiles centrados en la apariencia física, los algoritmos te devolverán a publicaciones con este mismo tipo de contenido.
La solución pasa por el conocimiento y la cultura, por el respeto al prójimo, y a nosotros mismos, por entender la belleza como patrimonio humano, una belleza no atada a rasgos físicos definidos por otros sino a la virtud.
Serás más feliz si eres capaz de ver lo mejor de cada quien, con independencia de su raza, nación, aspecto físico, origen social, preferencia sexual o de género.
La felicidad está en sentirte bien dentro de tu cuerpo, sea como sea, y sentirte parte de la grande y diversa familia humana.
Basado en el guión del programa “Sin Filtros” “En busca de la belleza”
Reblogueó esto en http://www.liberacion.cl.
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